El novedoso axolotl: una paradoja de conservación.

Artículo escrito por Whitney Kroschel, febrero 13, 2019.

Artículo traducido por María Loza Correa.

Con sus branquias plumosas, sus ojos pequeños y tiernos, su gran sonrisa, y su adorable apariencia en general, el ajolote (del náhuatl axolotl) ha conquistado los corazones de culturas desde la época del Imperio Azteca, donde fueron considerados como un dios mítico. Hoy en día, los ajolotes son utilizados como mascotas en los acuarios de todo el mundo. Han sido retratados en los murales de Diego Rivera e incorporados al videojuego de Pokémon. Si conoces las películas ‘Cómo entrenar a tu dragón’ de DreamWorks Animation, seguro notaste la semejanza de uno de los personajes principales a los ajolotes: esta salamandra ayudó a la inspiración de la apariencia del dragón, Chimuelo. En la serie popular de Netflix ‘BoJack Horseman’, hay un personaje ajolote antropomorfo llamado Yolanda. Sin lugar a dudas, la criatura carismática ha logrado intrigarnos más allá de lo que cualquiera podría esperar de un animalito tan pequeño y resbaladizo.

Además de tener un atractivo cultural, los ajolotes son organismos modelos fascinantes para la investigación. Esto se debe principalmente a su capacidad para regenerar partes de su cuerpo. Pueden crecer de nuevo extremidades que hayan perdido, colas, órganos, partes de el ojo, su sistema nervioso y su cerebro. Incluso pueden cambiar de sexo (Vance 2017). Biólogos que investigan la biología regenerativa los han estudiado durante décadas para comprender sus habilidades de regeneración y potencialmente poder aplicar sus descubrimientos en humanos.

Sin duda, el ajolote es un tipo especial de salamandra. A diferencia de otras salamandras esta especie mantiene su morfología juvenil y permanece como un ser acuático toda su vida. Esta característica única de lucir “siempre joven”, es una de las razones por las cuales los ajolotes son tan populares. El ajolote es el anfibio más ampliamente distribuido en todo el mundo debido a la atracción de tenerlo como mascota y su estatus como organismo modelo en la investigación biomédica. Al mismo tiempo, esta especie está al borde de la extinción en su hábitat natural, dándole el estatus único de “paradoja de conservación”

Ajolotes en exhibición por criadores en un show de reptiles en el 2018. Crédito del video: Whitney Kroschel.

Ajolotes en su hábitat natural.

En comparación con la mayoría de otras especies, el ajolote sigue siendo evolutivamente un bebé, que se originó en el centro de México hace menos de diez mil años (Wanderer 2018). Históricamente, habitaban en las regiones poco profundas del lago de Texcoco (Figura 1), el lago famosamente conocido por que ahí se fundó la ciudad azteca, Tenochtitlán (en 1325), que estaba ubicada en una isla en el centro del lago. Durante el gobierno azteca y la posterior colonización española en 1521, la civilización se expandió en el área del lago por lo cual eventualmente el lago fue drenado hacia el río Pánuco a través de una serie de canales y túneles. Hoy en día, casi todo el lago está ocupado por la ciudad de México.

El hábitat natural del ajolote se hubiera perdido completamente si no fuera por los canales de Xochimilco (se pronuncia so-chi-mil-co). Xochimilco es una alcaldía en la ciudad de México de una extensión de 170 km2 de canales entrecruzados donde aún viven los ajolotes en estado silvestres. Los canales son todo lo que queda del gran lago de Texcoco que cubría más de 5 600 km2. Históricamente, los canales servían para el sistema de cultivo mesoamericano que utilizaba pequeñas islas artificiales (chinampas) para cultivar productos en las partes poco profundas del lago. Actualmente, los canales y sus jardines flotantes son famosos para la recreación y el turismo. Los visitantes alquilan botes coloridos como góndolas (trajineras) para pasear por los canales donde varios barcos de mariachis y vendedores de comida y bebidas ofrecen sus servicios (Figura 2). El ambiente festivo es una distracción tan bulliciosa, que es muy fácil olvidar que, por debajo de éste, en las aguas turbias vive una población serpenteante de ajolotes grises escondidas entre la vegetación acuática.

Peligro y conservación.

A pesar de su popularidad mundial, el primer estudio robusto sobre los ajolotes en su hábitat natural fue hasta 1998 por el Dr. Luis Zambrano, quien estimó que había alrededor de 6 000 ajolotes por kilómetro cuadrado en los canales de Xochimilco. El Dr. Zambrano, ha replicado el monitoreo varias veces, documentando una tendencia alarmantemente descendente: 1 000 ajolotes por kilómetro cuadrado en el año 2000, 100 en el año 2008 y para el 2017 la densidad estimada fue solo de 35 ajolotes por kilómetro cuadrado (Vance 2017).

Algunas amenazas clave han sido identificadas como responsables de este declive. Primero, la carpa común (Cyprinus carpio) y la tilapia (Oreochromis niloticus) que habitan en los canales de Xochimilco junto con el ajolote. Estas especies de peces fueron introducidas en los canales en los años 70 y 80 por el gobierno para aumentar las fuentes de alimentos locales, pero estos peces se alimentan de ajolotes jóvenes y de sus huevos. La otra gran amenaza proviene de la mala calidad del agua de los canales. Los desechos humanos a menudo ingresan a los cursos de agua, junto con metales pesados y otras toxinas, degradando la calidad del agua. Los ajolotes absorben el oxigeno y otros compuestos a través de su piel permeable, haciéndolos vulnerables a algunos de estos contaminantes.

Incluso con su proliferación fuera de su hábitat natural, la abundancia de ajolotes cautivos no se traduce en un estatus seguro para la especie. La selección artificial para la investigación científica y la reproducción en cautiverio con fines comerciales ha producido poca diversidad genética entre los ajolotes cautivos. Una reducción severa del acervo genético de una especie, que se conoce como “cuello de botella”, en realidad aumenta el riesgo de enfermedades y vulnerabilidad a la extinción (Friese 2009).
Afortunadamente, algunos esfuerzos de conservación están en marcha. En el 2006, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza clasificó a la especie como en peligro crítico de extinción y está protegida bajo la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas.
El número de campos agrícolas abandonados en Xochimilco (chinampas) también representan un refugio perfecto para los ajolotes. Una concesión de tierras otorgadas por el gobierno federal fue el primer paso para adquirir un área para la protección del ajolote. El programa de conservación, dirigido por el Dr. Zambrano de la Universidad Nacional Autónoma de México, incluye la introducción de filtros en los canales para evitar que los peces depredadores invadan el hábitat del ajolote. En los esfuerzos para aumentar a la población nativa, los ajolotes criados en laboratorios son liberados frecuentemente en los canales agrícolas protegidos. Durante los próximos años, el equipo de Zambrano espera adquirir aproximadamente la mitad de los canales de Xochimilco, aumentando el hábitat protegido del ajolote, así como la superficie para el cultivo de productos orgánicos certificados que respalden el refugio financieramente (Vance 2017). A medida que la urbanización de la zona aumenta, la presión aumentará en los canales. Mantener áreas de conservación, como las que dirige el Dr. Zambrano, es probablemente la única forma de mantener la coexistencia del humano y el ajolote en el futuro.

Nota final.

Los ajolotes no son las únicas especies que se encuentran en una paradoja de conservación. Los osos polares, los pandas gigantes, la grulla trompetera, las tortugas verdes y los pingüinos emperador, entre muchos otros, son todas especies que han cautivado a los humanos. Sin embargo, todos están catalogados como especies vulnerables o en peligro de extinción a medida que las poblaciones globales de éstos son arrastradas hacia la extinción. Al igual que el ajolote, los esfuerzos de conservación están en curso para muchas de estas especies, pero muchos de estos esfuerzos se basan en el apoyo público continuo, la apreciación, la conciencia y la educación.
Por ello, espero que la próxima vez que estés en una tienda de mascotas o en la casa de un amigo y veas a nuestro pequeño amigo plumoso en un acuario, puedas apreciar lo extraordinario que es esta pequeña criatura; biológicamente único, culturalmente especial y cuán ecológicamente impresionante es un pequeño ajolote.

La canción del ajolote, de rathergood.com

Figura principal: Un ajolote (Ambystoma mexicanum). Crédito de la imagen: LoKiLeCh – obra, CC BY-SA 3.0, de Wikipedia.

Bibliografía:
Friese, C. 2009. Models of cloning, models for the zoo: rethinking the sociological significance of cloned animals. BioSocieties 4(4): 367–90. https://doi.org/10.1017/S1745855209990275.
Vance, E. 2017. Biology’s beloved amphibian – the axolotl – is racing towards extinction. Nature 551:286–289. doi: 10.1038/d41586-017-05921-w
Wanderer, Emily. 2018. The Axolotl in Global Circuits of Knowledge Production: Producing Multispecies Potentiality. Cultural Anthropology 33(4): 650–679. https://doi.org/10.14506/ca33.4.09

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Maria Loza

Maria is passionate about integrating science and policy to contribute to evidence-informed decision making to help providing solutions to social issues in the health sector. She earned a Ph.D. in Genetics and Microbiology (2013) from the Paris Descartes University - Pasteur Institute in Paris, France. She continued as a postdoctoral researcher at Canadian Blood Services (2015-2018) in Ottawa. Her research focused on the study of molecules that help pathogenic bacteria to adapt to environments that represent a health risk. She is a Registered Microbiologist by the Canadian College of Microbiologist. Currently she works at a federal government agency in Canada, providing advice and operational support in the development and delivery of research funding programs to foster discoveries and innovations that positively impact the health sector. Maria enjoys communicating science, watching sunsets from any spot in the world and currently she aspires to become a conservation photographer.

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